Oaxaca y el árbol del Tule

Llegamos el 15 de septiembre pasado el mediodía. El hotel estaba a unos pasos de la plaza central, fuimos a dar una vuelta y comimos un rico mole negro en La Casa de la Abuela. La zona turística es agradable. Por la noche cenamos pozole y fuimos al tradicional festejo del grito. Me llamó la atención que a diferencia del DF, no había muchos puestos de comida (solo elotes, gelatinas y hot dogs).

Al día siguiente visitamos Mitla, ruinas de un asentamiento prehispánico de mixtecos. Después el pueblo de San Bartolo Coyotepec, famoso por su barro negro. Ahí fuimos al primer establecimiento donde se inició la creación de estas artesanías, la casa de Doña Rosa. Actualmente es su nieto el que trabaja allí. Para comer visitamos La Capilla, un tradicional restaurante con bancos y palapas de todos tamaños. Pedimos chapulines, los cuáles probé en tacos. Saben más a sal y limón que a cualquier otra cosa, pero igual se siente el crujir de las patitas 😉

Por la tarde visitamos el Templo de Santo Domingo, el museo y el jardín etnobotánico anexos. El convento es grande, el museo te lleva por la historia oaxaqueña desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad y el jardín es muy agradable con variedad de plantas endémicas del estado de Oaxaca.

Al día siguiente fuimos a Monte Albán, ruinas prehispánicas de la gran ciudad zapoteca en la cima de un cerro. Están bien conservadas y la vista es en verdad majestuosa como se esperaba de esta ciudad para la alta clase gobernante. Fue aquí donde tuvo lugar uno de los más grandes descubrimientos de la arqueología mexicana, el tesoro de la tumba 7. Un descubrimiento hecho por mexicanos de un tesoro de varias decenas de piezas de oro, jade, etc. Es un lugar que vale la pena visitar del nivel de otros sitios arqueológicos del país como Palenque o Chichén Itzá.

De ahí fuimos a Santa María El Tule, donde está el ahuehuete de más de dos mil años conocido como el árbol del Tule. Como se podrán imaginar, es un árbol enorme, de 42 metros de altura y de 14 metros de diámetro. Lo más interesante es que sus ramas han formado a lo largo de los años caprichosas formas y es divertido encontrarlas.
Orgullosamente puedo decir que encontré el venado y el león sin ayuda, pero el delfín entrando al agua, el oso hormiguero y los tres reyes magos entre otros requirieron de la ayuda de los niños que atienden a los turistas mas o menos así:

– «Favorrrr de acompañaaaaarme… Los tres reyes magos… Los tres chipotes
que sobresalen en la rama larga… ya lo vieron???»
* «Nooooo»
Y el niño de no más de 11 años señalaba hacia la rama.
– «Los tres chipotes que sobresalen en la rama larga… ya lo vieron???»»
* «Sííííí»

Y se movía a otro lado del árbol…
– «Faaavorrr de aacompañaaaaarme… los hongos… en la base del árbol…
ya lo vieron????»

Y para el grupo de turistas franceses, la niña lo decía en francés…
– «Venez par ici s’il vous plait… les champignons… ouiiiii?»

Era muy simpático seguir a estos pequeños guías. Los turistas franceses, divertidísimos al ver que su guía era una niña explicándoles en francés con acento oaxaqueño!

Para comer esta vez escogimos Los Danzantes, un restaurante de comida mexicana fusión. Se encuentra en lo que pareciera ser el patio trasero de una casa. El lugar tiene un decorado muy agradable, moderno, con un espejo de agua al aire libre. Las paredes con textura de barro o adobe, con pliegues. La barra se encontraba enfrente con una fachada de casa vieja. Es un lugar recomendable.

Luego fuimos a Arrazola, cuna de los alebrijes. Estas figuras talladas en madera de copal y pintadas cuidadosamente de colores llamativos. Representan seres que la gente dice que encuentra en sus sueños: son animales, plantas o extraterrestres. El pueblo es muy pequeño, recorrimos cinco diferentes lugares. Escogí un par de salamandras que se pegan a la pared.

En la noche fuimos al espectáculo de la Guelaguetza. Así se llama, pero no es la fiesta de la Guelaguetza, es solo un «show» donde una compañía de danza presenta algunos de los bailes de La Guelaguetza, la fiesta estatal donde los indígenas de las siete regiones de Oaxaca presentan sus trajes y bailes. El que más me llamó la atención fue el baile de las piñas.

Al día siguiente de regreso a casa.

FECHA DEL VIAJE: Septiembre de 2004