La ruta del vino en Ensenada

El Valle de Guadalupe se encuentra en Baja California, a hora y media de Tijuana y a 20 minutos del puerto de Ensenada. Se deja atrás el mar y pasando los primeros cerros se encuentra el valle con clima mediterráneo ideal para el cultivo de la vid.
Primera escala: Monte Xanic.

Siguiendo el camino que atraviesa un pequeño pueblo está la desviación para entrar a los viñedos de Monte Xanic. Un camino de terracería pasa a través de ellos llegando a un pequeño lago. Subiendo unas escaleras de madera se encuentra la bodega y oficinas. Después de pasar al lado de un montacargas que llenaba un trailer un señor nos indica que subamos a una especie de tapanco al final de una línea de tanques de acero inoxidable y barricas. Xanic es una voz Cora que significa «la primera flor después de la lluvia». La sala de degustación es atendida por un joven (de 30 años). Hay un par de turistas degustando vinos y nos invita a hacer lo mismo. Empezamos con los blancos, un chardonnay de la etiqueta Calixa. Seguimos con el chardonnay Monte Xanic. Ambos son secos pero saben diferente. El Calixa no pasa por barrica, el Monte Xanic sí.

Luego probamos el Chenin Colombard, resultó más agradable; no tiene un sabor tan seco, pero tampoco muy afrutado. Finalmente un Sauvignon Blanc cosecha tardía que es para postres. Luego viene el Calixa Grenache, vino rosado. Y ahora sí, seguimos con los tintos. Empezamos con el Calixa Cabernet Sauvignon. Este vino no me gusta para nada, sabe raro. Luego viene el Cabernet Sauvignon Monte Xanic; qué diferencia !!! Este me sabe mejor, seco pero agradable. Pregunto cuál es la diferencia si ambos son Cabernet Sauvignon. Resulta que todo es igual excepto que la etiqueta Calixa no pasa por barrica. Así que parte del sabor que toma el vino viene de la madera de las barricas.

Seguimos con el Merlot, un poco más ligero pero de buen sabor. Luego una mezcla Cabernet Sauvignon-Merlot. Curiosamente esta mezcla no me gustó. Finalmente un Syrah. Un sabor diferente, intenso, interesante. Puede ser opción, pero mi favorito de Monte Xanic resultó ser el Cabernet Sauvignon. Deambulo un poco para sacar fotos, ver los premios y medallas otorgados a sus vinos que están colgados en la pared. «Qué pasó, ya me dejaron abandonadas las copas! No quieren volver a probar otro?» Así que probamos nuevamente el Chenin Colombard blanco y el Syrah. Para estos momentos me sentía medio alegre =) Fueron 5 tintos, un rosado y 4 blancos.

Siguiente escala, Pedro Domecq. La conocida casa española, recientemente comprada por franceses. En su tour se puede ver equipo y barricas en desuso, así como cavas con algunos tintos. En la degustación tenemos primero los blancos, un Calafia y un Blanc de blancs XA. Sabor equis. Luego los tintos, primero el Calafia, luego el Cabernet Sauvignon XA. Equis.
Luego viene el Chateau Domecq. Éste sí sabe a algo. Es una combinación de Cabernet Sauvignon y Nebbiolo. La chica pone una cara de extrañamiento y pregunta, “quieren probar el padre kino?” Yo acepto, para comparar la diferencia con los otros. Lo pruebo y guuagagggg… Sin comentarios.

De vuelta en Ensenada caminamos sobre la avenida Primera que es la calle turística. Comimos en El Rey Sol, uno de los siete restaurantes en México que cuenta con el “5 star diamond award”. Es uno de los restaurantes de comida francesa más antiguos del país. De entrada unos caracoles a la Bourguignonne. Buenísimos. Lo rico es la salsa en que están bañados. Después una ensalada y unas almejas gratinadas con champiñones con una cremita de no se qué. DELICIOSAS. No pretendía comer postre, pero hábilmente el mesero llega con el plato de pastelillos y pues me sacrifiqué con un hojaldre relleno de durazno, espolvoreado.

Al día siguiente llegamos a L.A. Cetto, casa de origen italiano fundada por Luis Ángel Cetto. Aquí el tour por las instalaciones es muy completo y didáctico.
Vemos las máquinas donde prensan las uvas, de ahí el jugo pasa a los tanques de acero inoxidable a la fermentación. El vino blanco se fermenta sin la cáscara de las uvas. El tinto se fermenta con todo y cáscara. Los beneficios del vino para el sistema cardiovascular vienen de las sustancias en la cáscara de la uva. En ese sentido es mejor tomar vino tinto que blanco. Recuerden, las manzanas son rojas, el chocolate es obscuro y el vino es tinto 😉
L.A. Cetto tiene vinos de diferente calidad, algunos muy reconocidos pero en la degustación solo incluyeron dos blancos y dos tintos de calidad media-baja.

Había al menos otras 15 bodegas más para visitar. Liceaga, Adobe, Sueños, Santo Tomás, Pijoan, Lafarga, etc. Muchas de ellas requerían cita así que nos decidimos por Chateau Camou que no la requería. Buena elección. Se encuentra en lo alto de una colina desde donde se tiene una magnífica vista del valle con sus viñedos y los cerros con rocas como caídas de una lluvia.

Nos atendió un empleado muy amable. Nos dio un tour por las instalaciones. En sus cavas se podían distinguir letreros y figuras hechas colocando botellas en sobre-relieve. Son instalaciones pequeñas, pero el vino que producen es bueno.
Degustamos un Blanc de blancs de su etiqueta Flor de Guadalupe que sí me gustó. Luego un Chardonnay, después un tinto joven (Clarete) que no me gustó. Luego un Cabernet-Zinfandel , muy afrutado, no seco. Interesante. Diferente.

Luego pasamos a los Chateau Camou. Primero un Merlot, luego un Cabernet Franc Merlot y luego el Gran Vino Tinto. Todos estos son vinos con cuerpo, personalidad propia. Me falta el vocabulario correcto (la verdad es que no he tomado cursos de enología) pero créanme que se siente la diferencia de estos a los que probamos en L.A. Cetto. Aquellos no despertaban al paladar. Estos tienen un sabor muy definido, independientemente que te guste o no.

Por la tarde fuimos a La Bufadora. Está a una hora de Ensenada. De entrada parece un simple mirador. ¿tanto para esto? Fue mi primer pensamiento. Me acerqué donde había más gente, alrededor de un acantilado. Y entonces se escuchó un bramido y el agua se elevó varios metros sobre la gente.
Es una especie de géiser marino. Al llegar el mar a las rocas al fondo del acantilado, se escucha un bufido y una nube de agua se eleva a varios metros y cae sobre los espectadores. Algunas veces el agua se levanta más que otras, a veces te mojas. La primera vez instintivamente me agaché, pero en realidad es más divertido mojarse y ver el agua caer como lluvia o brisa.

Cambiamos de hotel a uno con vista al mar. La playa estaba empedrada. La vista del atardecer era magnífica, colores naranja rojo, rosa, azul. Por la noche se podía apreciar el cielo estrellado.

Es difícil describir con precisión la sensación de degustar los vinos cuando lo haces en el lugar de origen, rodeado de viñedos en un día soleado, en total armonía con la naturaleza.
Me gustaría regresar algún día para visitar otras bodegas, de las más pequeñas y menos comerciales que están produciendo buenos vinos.

FECHA DEL VIAJE: Abril 2006